Como ya os comenté anteriormente, este puente pasado de vacaciones que hemos tenido en la mayor parte de España, me fui a la nieve. Os voy a contar un poco la experiencia, además de por bonita y plancentera, para recomendársela a aquellos que me leen.
Todo empezó el viernes pasado, cuando 8 amigos y un servidor nos pusimos en marcha hacia el Pirineo aragonés, más concretamente el Valle de Benasque.
Según la voz de la experiencia, se trata del valle más bonito de los valles de Aragón. No tengo todavía la experiencia como para aseguraros ésto, pero la verdad que bonito es poco.
Volviendo al viaje... nuestro destino era un

pequeño, muy pequeño, pueblo llamado Ramastué. Una verdadera aldea que contaba con posiblemente una decena de casas, eso sí, todas muy bien arregladas al estilo pirenaico, y desde donde podíamos disfrutar de unas vistas del fondo del valle espectaculares.
Llegar bien, organizar todo y planear las actividades que íbamos ha realizar los 3 próximos días era lo primero.
Así que llegamos a la casa rural, muy bonita y muy recomendable calidad-precio, tanto que repetiría, por qué no. Os adjunto alguna foto de la casa para que le echéis un vistazo.
Ahora bien, elegimos planes:

- El primer día, sábado, aprovechando la incertidumbre que existía sobre la dudosa cantidad de nieve, y ya que había nevado muy recientemente, pensamos que sería el día idóneo para practicar senderismo en raquetas por Llanos del Hospital.
La verdad que salió un día increíble, el mejor de todo el fin de semana, y pudimos disfrutar al máximo de las vistas de los picos más altos de Aragón.
Nuestro destino era llegar hasta la cascada de Aigalluts, pero por cansancio y por lo corto del día, decidimos volver a la llegada de La Besurta, un pequeño refugio a los pies del macizo del Aneto.
Eso sí, el llegar a A

igalluts me lo reservo para primavera, para la época del deshielo. Ya tengo ganas de volver. Pero eso os lo contaré otro día. Después de mucho hacer fotos y mucho jugar con la gran cantidad de nieve que existía a 1920 m de altura, pusimos rumbo de nuevo al coche, con la satisfacción de haber vivido una bonita experiencia en medio de gigantes y al lado de una gran compañía, como no puede ser mejor, de la tus amigos.
- El segundo día, domingo, amaneció, como todos los días, con unas vistas espectaculares desde el balcón de nuestra casita en Ramastué. Se levantó un poco nublado, pero el tiempo no pudo con nuestras ganas de aprender a esquiar.
Habíamos contratado el día anterior los servicios de un monitor de

esquí junto con todo el equipo para la práctica del mismo. Bien, una vez todo cargado al coche, partimos hacia Ampriu, subestación de las pistas de esquí de Cerler, donde existía un para de pistas verdes para debutantes.
Allí, en un par de horas, logramos dar nuestros "primeros pasos" como esquiadores, y la verdad que el monitor, hizo un gran trabajo en las dos horas que estuvo con nosotros.
Una vez se fue, y después de saber hacer la cuña, virar, y saber tirarse y levantarse, claro está, nos pusimos por nuestra cuenta a practicar.
Y la verdad que tengo que decir, que como el en colegio, progresamos adecuadamente. Tanto que al final la mayoría de nosotros conseguimos bajar por una pista verde-azulada que desde nuestro ojos de novatos, daba miedo. Y a las 5 se acabo el día. Con el cuerpo destrozado de usar músculos hasta ahora nuevos para nosotros, pusimos rumbo a nuestro hogar provisional para retomar fuerzas para el día siguiente.
- El tercer día, lunes, se levantó todavía peor que el domingo. Lloviznaba un poquito y había una densa niebla en el fondo del valle. Pero como el día anterior, nuestras ganas de esquiar volvieron a vencer al tiempo, y nos dirigimos hacia Cerler.

Esta vez íbamos a ir a otra subestación, Cota2000. Que por su nombre, podéis deducir que se encontraba a 2000 metros de altura, y que por éste hecho se nos aseguraba, de algún modo, suficiente nieve para esquiar, ya que a la altura de Cerler, nieve... más bien poca para practicar esquí. Montamos en el telesilla y cogimos altura hasta llegar a las pistas.
En Cota 2000 solo existía una pista verde, apta para nuestra

experiencia, pero en comparación con las pistas verdes de Ampriu, no tenían nada que ver. Era una pista muy larga, que discurría toda ella entre pinos, y además contaba con otro telesilla para remontar la pista de nuevo, hecho que nos permitía descansar tras el descenso, además de disfrutar de las vistas de la montaña.
Pues así todo el día, subiendo bajando, subiendo bajando. Parece rutina, pero a uno le motivaba que en cada descenso practicaba nuevas técnicas y disfrutaba mucho más del descenso.
Además, claro está, en lo de aprender a caer y levantarse eramos ya todo unos expertos. Y así, hasta la hora en la que oímos, "ésta es la ultima subida del telesilla", cogimos el equipo y vuelta a la estación.
Y aquí se acabaron los días de esquí para nosotros, por lo menos para la temporada 2009, pero fue una experiencia, que a pesar de que es un poquito cara, volveremos algún día, si duda, a repetirla. Me habría gustado explayarme un poquito más en el día de las raquetas por lo bonito de la excursión, pero por no teneros mucho tiempo leyendo, me voy a ir despidiendo ya hasta la próxima entrada.
Simplemente acabaré con algún consejo que he aprendido en este puente:
- Cuidado con la montaña, que es muy traicionera, por lo que os debéis equipar muy bien, con guía o Gps en mano, para no tener ningún problema.
- Para la práctica del esquí solo os pediré paciencia, que al final acaba saliendo todo perfecto.
- Y para la compañía de viaje, es preferible compartir parajes tan bonitos como los que he podido ver con una buena compañía y como no, con una buena compañera.