Después de un capuccino para desayunar, y un poco de energía en forma de cruasán para empezar el día, nos dirigimos hacia el Coliseo. Madrugón como mandan los cánones turísticos para la visita de este gran "estadio" romano.
Esta vez decidimos hacer caso a uno de los consejos que vimos por Internet, y no es otro que visitar primero el Foro Romano/Palatino y después de ésto, el Coliseo. Y todo por la sencilla razón de que la entrada al Coliseo y al Foro Romano/Palatino es la misma.
La raíz de la cuestión es que para comprar la entrada existen dos lugares, el propio Coliseo o el Foro Romano. Y claro está que la fila formada en el Foro Romano, es infinitamente menor que la que se forma en el Coliseo.
Por lo que primeramente fuimos a visitar el Foro, lugar público de la ciudad imperial, el cual estaba rodeado por templos dedicados a dioses, edificios públicos, diversas basílicas, etc. La verdad que queda poco en pie y bien conservado, pero con lo que se puede ver, uno puedo crear una imagen de la antigua y grandiosa Roma imperial. Y es que la inmensidad de los edificios y templos fue lo que más me impresionó.
Se pueden contemplar arcos del triunfo como los de Septimio Severo, o Tito; templos de sacerdotisas romanas como lo eran las Vestas; diversos templos dedicados a los dioses romanos, como Júpiter, que más tarde en el tiempo fueron usados para el culto cristiano; el lugar donde murió Julio César asesinado y que todavía se ponen flores en su memoria, y muchos lugares más.
Luego está el Palatino, uno de los lugares más antiguos de la ciudad, y donde se cuenta que se encontraba el Lupercal, el hogar de Luperca, la loba que amamantó a Rómulo y Remo. Allí los encontró el pastor Fausto y los crió. Una vez adultos, ambos hermanos tuvieron una discusión que acabo en la muerte de Remo, y Rómulo fundo una nueva ciudad, "Roma" en honor a su nombre. Otro dato a tener en cuenta es que etimológicamente, de Palatino, surgió la palabra palacio, ya que las familias más pudientes de Roma poseían sus viviendas sobre la colina.
Una vez visitado el Foro y el Palatino, después de toda la mañana dedicado a ello, nos dirigimos al Coliseo. Después de esquivar a cientos de guías que se te ofrecen, vendedores ambulantes, y la cola de la compra de entradas, accedimos al símbolo, en mi opinión, de la Roma antigua. Me llamó la atención que el Coliseo, en realidad, se llama Anfiteatro Flavio, pero popularmente se le llamo Coliseo por una estatua enorme que se encontraba en los aledaños del mismo.
Por dentro, impresiona, sobre todo si te imaginas el cómo fue gracias a las explicaciones de los guías. Me venían a la mente imágenes de como sería un día de festejos con las gradas a rebosar, alrededor de 50000 personas clamando por la muerte o la vida de los gladiadores y se me ponía la piel de gallina. Es difícil de imaginar cómo construyeron semejante monumento solamente para recrear batallas del imperio romano, y luchas a muerte entre hombres, o entre animales y hombres. No es lo mismo, pero se podría usar el símil del mundo del fútbol en la actualidad, para imaginarse la popularidad de la que gozaba este tipo de espectáculos.
A parte del monumento en sí, existe una parte del mismo dedicada a una exposición sobre los gladiadores. Ver las armaduras que llevaban es algo increíble. Obras de arte del metal, aunque de uso temporal, desgraciadamente para los que las portaban.
Ya fuera del Coliseo, y transcurrida buena parte de la jornada, nos acercamos a la iglesia de San Pietro in Vincoli, lugar donde pudimos admirar el Moisés de Miguel Ángel, que forma parte de un mausoleo papal, y que no pudo ser terminado debido a impagos de la época. El boceto inicial era una obra grandiosa comparada con la que queda en el interior de la iglesia.
Algo notable en el Moisés, son los cuernos que porta, y cuya razón no es otra que la mala traducción de una descripción de Moisés de San Jerónimo, la cual, confundió en hebreo rayos de luz, con cuernos.
También en la misma iglesia, se hace culto a lo que fueron las cadenas que mantuvieron preso a San Pedro, el fundador de la Iglesia cristiana.
Y de la iglesia de San Pietro in Vincoli, a otra, denominada como la catedral de Roma, basílica de San Giovanni in Laterano. No por ser más nueva, una Iglesia es más fea, y ésta es ejemplo de ello. De estilo barroco es inmensa y majestuosa por dentro, decorada toda ella con pinturas y esculturas, que a un servidor le dejaron un buen recuerdo. Recomendable de visitar.
Además, cerca de la basílica se puede visitar la Scala Santa, que no es otra cosa que un edificio con una larga escalera a la entrada, y al final de ésta, una imagen de Cristo al cual rinden culto los cristianos. Lo sorprendente es ver, una vez hallado en el edificio que alberga la escalera, cómo una multitud sube los escalones poco a poco de rodillas como símbolo de penitencia y oración, y es que se dice que los 28 escalones que la forman, son los escalones que subió Jesús al entrar al palacio de Poncio Pilatos antes de ser juzgado. La escalera está protegida con madera, y se dice que existen algunas partes de cristal, que dejan ver manchas de lo que fue sangre de Jesucristo.
Después de ésto, nos dirigimos al hotel para echar una siesta, ya que entre el calor y el dolor de pies, estábamos para el arrastre.
Próximo destino... un lugar al que mi compañera me quería llevar a modo de sorpresa. Subiendo por una de las colinas de Roma, pasando un parque y algún que otro palacio, llegamos a una puerta, que la verdad, no tiene nada de especial.
Pero si uno le echa un ojo a la cerradura, podrá contemplar una imagen preciosa que no es otra que la cúpula de San Pedro al fondo de un verde jardín. Un lugar muy curioso y que pertenece a los Caballeros de la Orden de Malta, los cuáles dan nombre a la Piazza donde se encuentra éste sorprendente lugar. Os dejo con un montaje que he hecho y que simula lo que se ve a través de la cerradura.
Y partiendo del mágico lugar, un poco de descanso en un parque cercano, y marcha hacia el popular barrio del Trastevere. Antes mencionar nuestra visita al Circo Máximo, donde antaño se hacían carreras de cuadrigras y demás categorías, y que actualmente sirve de lugar donde realizar botellón.
También pasamos por un lugar un tanto extraño a la vez que peculiar: La Boca de la Veritá. Se trata de una rueda de piedra con forma de cara, de la que se dice que si un mentiroso introduce la mano en la boca, ésta se cerrará. Yo... ni lo he probado ni necesito saber que pasará, y menos cuando hay que pagar incluso para echarse la foto.
Y por fin llegamos al Trastevere, un barrio de Roma, al otro lado del Tiber, y que se caracteriza por ser... otra Roma. Es totalmente diferente. Callecitas estrechas con encanto, fachadas cuidadas, parques rebosantes de gente, pero donde está el ambiente, eminentemente turístico, en los alrededores a la iglesia de Santa María in Trastevere. Calles llenas de terrazas donde poder descansar y degustar la típica comida italiana. Una pena que la falta de tiempo y lo caro de los platos no nos permitiera disfrutar un ratito de este singular barrio.
Partiendo del Trastevere, montamos en un autobús y tomamos rumbo a la Piazza Garibaldi, lugar el cuál una mujer italiana nos aconsejo visitar como algo obligado a los que viajaban a Roma. Como no estábamos muy ubicados en el autobus, nos pasamos un poco de parada. Suerte que el conductor se portó y nos dejo a la altura del Gianicolo, un antiguo faro desde donde poder disfrutar del mejor balcón de Roma. Bendita la señora que nos lo aconsejo. Solo nos faltaba la buena compañía de un refresco y algo que llevar a la boca, y habría sido un atardecer perfecto.
Ahora bien, lo malo estaba por llegar, y es que a la hora que pensamos en marcharnos, era de noche profunda, y los autobuses brillaban por su ausencia. Por lo que una vez más tiramos de pierna, y poco a poco, bajamos la colina hasta la plaza de San Pedro, que no es poco. Un ratito disfrutando de San Pedro de noche, y para casa. El segundo día llegó a su fin. Resultado: mucho dolor de pies, mucho sofocón del calor agobiante de Roma, pero muchas experiencias nuevas, nuevos lugares, y momentos para el recuerdo.
Y ahora, como hice para el primer día, os daré algún consejo para esta parte de la ciudad.
Consejos:
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Parada anterior: Roma
Esta vez decidimos hacer caso a uno de los consejos que vimos por Internet, y no es otro que visitar primero el Foro Romano/Palatino y después de ésto, el Coliseo. Y todo por la sencilla razón de que la entrada al Coliseo y al Foro Romano/Palatino es la misma.
La raíz de la cuestión es que para comprar la entrada existen dos lugares, el propio Coliseo o el Foro Romano. Y claro está que la fila formada en el Foro Romano, es infinitamente menor que la que se forma en el Coliseo.
Por lo que primeramente fuimos a visitar el Foro, lugar público de la ciudad imperial, el cual estaba rodeado por templos dedicados a dioses, edificios públicos, diversas basílicas, etc. La verdad que queda poco en pie y bien conservado, pero con lo que se puede ver, uno puedo crear una imagen de la antigua y grandiosa Roma imperial. Y es que la inmensidad de los edificios y templos fue lo que más me impresionó.
Se pueden contemplar arcos del triunfo como los de Septimio Severo, o Tito; templos de sacerdotisas romanas como lo eran las Vestas; diversos templos dedicados a los dioses romanos, como Júpiter, que más tarde en el tiempo fueron usados para el culto cristiano; el lugar donde murió Julio César asesinado y que todavía se ponen flores en su memoria, y muchos lugares más.
Luego está el Palatino, uno de los lugares más antiguos de la ciudad, y donde se cuenta que se encontraba el Lupercal, el hogar de Luperca, la loba que amamantó a Rómulo y Remo. Allí los encontró el pastor Fausto y los crió. Una vez adultos, ambos hermanos tuvieron una discusión que acabo en la muerte de Remo, y Rómulo fundo una nueva ciudad, "Roma" en honor a su nombre. Otro dato a tener en cuenta es que etimológicamente, de Palatino, surgió la palabra palacio, ya que las familias más pudientes de Roma poseían sus viviendas sobre la colina.
Una vez visitado el Foro y el Palatino, después de toda la mañana dedicado a ello, nos dirigimos al Coliseo. Después de esquivar a cientos de guías que se te ofrecen, vendedores ambulantes, y la cola de la compra de entradas, accedimos al símbolo, en mi opinión, de la Roma antigua. Me llamó la atención que el Coliseo, en realidad, se llama Anfiteatro Flavio, pero popularmente se le llamo Coliseo por una estatua enorme que se encontraba en los aledaños del mismo.
Por dentro, impresiona, sobre todo si te imaginas el cómo fue gracias a las explicaciones de los guías. Me venían a la mente imágenes de como sería un día de festejos con las gradas a rebosar, alrededor de 50000 personas clamando por la muerte o la vida de los gladiadores y se me ponía la piel de gallina. Es difícil de imaginar cómo construyeron semejante monumento solamente para recrear batallas del imperio romano, y luchas a muerte entre hombres, o entre animales y hombres. No es lo mismo, pero se podría usar el símil del mundo del fútbol en la actualidad, para imaginarse la popularidad de la que gozaba este tipo de espectáculos.
A parte del monumento en sí, existe una parte del mismo dedicada a una exposición sobre los gladiadores. Ver las armaduras que llevaban es algo increíble. Obras de arte del metal, aunque de uso temporal, desgraciadamente para los que las portaban.
Ya fuera del Coliseo, y transcurrida buena parte de la jornada, nos acercamos a la iglesia de San Pietro in Vincoli, lugar donde pudimos admirar el Moisés de Miguel Ángel, que forma parte de un mausoleo papal, y que no pudo ser terminado debido a impagos de la época. El boceto inicial era una obra grandiosa comparada con la que queda en el interior de la iglesia.
Algo notable en el Moisés, son los cuernos que porta, y cuya razón no es otra que la mala traducción de una descripción de Moisés de San Jerónimo, la cual, confundió en hebreo rayos de luz, con cuernos.
También en la misma iglesia, se hace culto a lo que fueron las cadenas que mantuvieron preso a San Pedro, el fundador de la Iglesia cristiana.
Y de la iglesia de San Pietro in Vincoli, a otra, denominada como la catedral de Roma, basílica de San Giovanni in Laterano. No por ser más nueva, una Iglesia es más fea, y ésta es ejemplo de ello. De estilo barroco es inmensa y majestuosa por dentro, decorada toda ella con pinturas y esculturas, que a un servidor le dejaron un buen recuerdo. Recomendable de visitar.
Además, cerca de la basílica se puede visitar la Scala Santa, que no es otra cosa que un edificio con una larga escalera a la entrada, y al final de ésta, una imagen de Cristo al cual rinden culto los cristianos. Lo sorprendente es ver, una vez hallado en el edificio que alberga la escalera, cómo una multitud sube los escalones poco a poco de rodillas como símbolo de penitencia y oración, y es que se dice que los 28 escalones que la forman, son los escalones que subió Jesús al entrar al palacio de Poncio Pilatos antes de ser juzgado. La escalera está protegida con madera, y se dice que existen algunas partes de cristal, que dejan ver manchas de lo que fue sangre de Jesucristo.
Después de ésto, nos dirigimos al hotel para echar una siesta, ya que entre el calor y el dolor de pies, estábamos para el arrastre.
Próximo destino... un lugar al que mi compañera me quería llevar a modo de sorpresa. Subiendo por una de las colinas de Roma, pasando un parque y algún que otro palacio, llegamos a una puerta, que la verdad, no tiene nada de especial.
Pero si uno le echa un ojo a la cerradura, podrá contemplar una imagen preciosa que no es otra que la cúpula de San Pedro al fondo de un verde jardín. Un lugar muy curioso y que pertenece a los Caballeros de la Orden de Malta, los cuáles dan nombre a la Piazza donde se encuentra éste sorprendente lugar. Os dejo con un montaje que he hecho y que simula lo que se ve a través de la cerradura.
Y partiendo del mágico lugar, un poco de descanso en un parque cercano, y marcha hacia el popular barrio del Trastevere. Antes mencionar nuestra visita al Circo Máximo, donde antaño se hacían carreras de cuadrigras y demás categorías, y que actualmente sirve de lugar donde realizar botellón.
También pasamos por un lugar un tanto extraño a la vez que peculiar: La Boca de la Veritá. Se trata de una rueda de piedra con forma de cara, de la que se dice que si un mentiroso introduce la mano en la boca, ésta se cerrará. Yo... ni lo he probado ni necesito saber que pasará, y menos cuando hay que pagar incluso para echarse la foto.
Y por fin llegamos al Trastevere, un barrio de Roma, al otro lado del Tiber, y que se caracteriza por ser... otra Roma. Es totalmente diferente. Callecitas estrechas con encanto, fachadas cuidadas, parques rebosantes de gente, pero donde está el ambiente, eminentemente turístico, en los alrededores a la iglesia de Santa María in Trastevere. Calles llenas de terrazas donde poder descansar y degustar la típica comida italiana. Una pena que la falta de tiempo y lo caro de los platos no nos permitiera disfrutar un ratito de este singular barrio.
Partiendo del Trastevere, montamos en un autobús y tomamos rumbo a la Piazza Garibaldi, lugar el cuál una mujer italiana nos aconsejo visitar como algo obligado a los que viajaban a Roma. Como no estábamos muy ubicados en el autobus, nos pasamos un poco de parada. Suerte que el conductor se portó y nos dejo a la altura del Gianicolo, un antiguo faro desde donde poder disfrutar del mejor balcón de Roma. Bendita la señora que nos lo aconsejo. Solo nos faltaba la buena compañía de un refresco y algo que llevar a la boca, y habría sido un atardecer perfecto.
Ahora bien, lo malo estaba por llegar, y es que a la hora que pensamos en marcharnos, era de noche profunda, y los autobuses brillaban por su ausencia. Por lo que una vez más tiramos de pierna, y poco a poco, bajamos la colina hasta la plaza de San Pedro, que no es poco. Un ratito disfrutando de San Pedro de noche, y para casa. El segundo día llegó a su fin. Resultado: mucho dolor de pies, mucho sofocón del calor agobiante de Roma, pero muchas experiencias nuevas, nuevos lugares, y momentos para el recuerdo.
Y ahora, como hice para el primer día, os daré algún consejo para esta parte de la ciudad.
Consejos:
- Si visitáis el Foro Romano, coged una audioguía, pero que incluya la parte del Palatino, para poder entender todo perfectamente. Os costará 6 euros cada una. Y si vais en pareja, y disponéis de un accesorio que os permita introducir dos pares de auriculares en una audioguía, eso que os ahorráis.
- Una vez entréis al Coliseo, y contratéis un guía (4€) para que os lo enseñe, os darán la hora a la que debéis estar en el meeting point. Si tenéis mucho que esperar y los de puertas son tan amables como para dejaros salir para luego volver a entrar, id a visitar San Pietro in Vincoli ya que cae cerca del Coliseo, y así llenáis un hueco de tiempo perdido.
- Si sois amantes de las panorámicas y os encanta disfrutar de buenas vistas de Roma, una de ellas la tenéis en un parque aledaño a la Piazza de los Caballeros de Malta. Buen lugar para tomar algo de energía con vistas al río Tiber. Y si podéis ir por la mañana mejor, que si no, os dará el Sol de cara.
- En Roma hay dos lineas de metro, las cuales van a las principales atracciones turísticas de la ciudad. Sin embargo el autobús es una buena manera de llegar a los lugares donde el metro no llega. Además, los autobuses brillan por la ausencia de revisores, por lo que con un poco de cara, os podéis ahorrar unos cuantos euros.Y ésto fue todo de nuestro segundo día. Mañana llegamos a Napoles. Espero que os sirva ;)
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