Por fin, Florencia, uno de los lugares clave de este Interrail. La razón... mis hermanos. Siempre que fueron a Italia, me hablaron maravillas de ésta ciudad. Ya se sabe que cuando algo te lo pintan muy bien y vas con tantas expectativas, no suele gustar tanto, pero éste no fue el caso.
Llegamos a eso de las 11 de mañana a la estación de Santa María Novella, y no teníamos energía para más. Nuestro destino... la cama del hotel. Y es que pasar la noche en vela nos afectó un poco.
Pero bien, llegamos a hotel La Gioconda, muy recomendable, y lamentablemente el recepcionista nos dijo que la habitación no estaba preparada todavía, que debíamos esperar a las 12:30. Así que dejamos las mochilas allá y fuimos a dar una vuelta al estilo zombi.
Llegamos a eso de las 11 de mañana a la estación de Santa María Novella, y no teníamos energía para más. Nuestro destino... la cama del hotel. Y es que pasar la noche en vela nos afectó un poco.
Pero bien, llegamos a hotel La Gioconda, muy recomendable, y lamentablemente el recepcionista nos dijo que la habitación no estaba preparada todavía, que debíamos esperar a las 12:30. Así que dejamos las mochilas allá y fuimos a dar una vuelta al estilo zombi.
Ya una vez en la calle, esa ciudad era realmente distinta al tipo de ciudad italiana que estábamos acostumbrados a ver, y es que habíamos llegado al "Norte", a la Toscana, uno de los lugares más mágicos del país transalpino.
Nuestros pies nos llevaron, lo primero de todo, a la oficina de turismo, cerca de la estación. Allí una vez recopilado todo lo que necesitábamos, visitamos la plaza donde podíamos contemplar la iglesia de Santa María Novela. Que maravilla, una plaza grande, con un obelisco en medio, y resaltando en un lado, la fachada de ésta famosa iglesia florentina. Nos entro todo el Renacimiento por los ojos, y es que solo el observar esa fachada en mármol blanco con toques verdosos, algo que solo había visto en libros, te quedas maravillado. Pero bueno, más tarde nos dimos cuenta que en Florencia nos íbamos a quedar de piedra a cada giro de calle.
Desafortunadamente no entramos, era de pago y no entraba en nuestro presupuesto, pero deciros que si queréis más información, podéis visitar Wikipedia.
Miramos el reloj y aún teníamos media hora hasta poder entrar a nuestra habitación, así que comprobando que en Florencia está todo muy cerca, nos dirigimos hacía el centro, a contemplar el gran Duomo de Florencia.
Si con Santa María Novela me quedé sorprendido, para definir mi sentimiento de ver el Duomo de Florencia, no tengo palabras. Y como yo, los cientos de personas que habían en la plaza, decenas de grupos siguiendo banderines, atendiendo las explicaciones de los guías, muchos "chinos" disparando sus cámaras, personas vendiendo souvenirs, etc.
En resumen, estaba la plaza "abarrotá". Pero... que grande era el Duomo. Después de mirarlo y remirarlo, decidimos acercarnos a un puesto de helados, y con un en la mano, y sentados en la escalinata de la catedral, nos quedamos allí observando el baptisterio, que tampoco es pecata minuta.
Acabado el helado, y ya siendo la hora, nos dirigimos al hotel a echar una larga siesta, para coger fuerzas y por la tarde recorrer la ciudad, porque por lo que ya habíamos visto, no tenía desperdicio alguno. Bueno, ya descansados nos dirigimos, partiendo de la plaza del Duomo, hacia el río Arno para encontrarnos con el Puente Vecchio. Ingenuo de mí, antes de visitar Italia siempre había pensado que Vecchio era bello, pero no, significa viejo.
La historia curiosa del puente está en el origen de la palabra "bancarrota", y es que, ya desde la Edad Media, el puente estaba lleno de pequeños comercios donde la gente vendía sus productos. Pues bien, cuando alguno de los vendedores no podía pagar sus deudas, la mesa o puesto donde vendía, se le rompía para que no pudiera vender más.
Una de tantas historias de éste viejo puente, como el "Corredor Vasariano" que discurría por encima.
Llegamos hasta él, y bueno, nos encontramos con otro andamio. El gafe nos seguía desde Roma, y aun no nos iba a dejar. La verdad que el puente es más bonito de lejos que en el propio puente. Cuando estás sobre él, parece que es una calle más, eso sí, llena de joyerías y turistas por doquier.
Cerca del puente, una vez cruzado, nos encontramos con un supermercado, que yo creo que nos salvó la vida. Objetivo, ir a por la fruta. Tanta pasta, tanta masa, tanto helado... acabas por echar de menos algo fresco como la fruta. Pues bien, cogimos un par de racimos de uvas y nos dirigimos hacia nuestro destino: Piazzale Michelangelo.
Prepararos porque.. éste lugar sí que esta lejos, y todavía parece que se aleja más con el montón de escaleras que hay que subir para llegar. Eso sí. Es de las veces que me he matado subiendo escaleras que más a merecido la pena.
Una vez arriba, nos sorprendió ver a tanta gente. Estaban todo sentados, la gran mayoría extranjeros, y con botellas de vino en sus manos. Todas ellas salidas de un puestecito que debe hacer su agosto con los "guiris". Y es que el vino de la Toscana, es de lo más famoso en Italia.
Parecía aquello un botellón, pero nada más lejos. Aquello era el sitio más mágico de todo el viaje.Te sientas en la escalera con los demás, con la música de un guitarrista de fondo, disfrutando de unas uvas que sabían a gloria, y te pones a esperar como se apaga el Sol y se enciende Florencia con la mejor compañía.
Una experiencia, que el que no vaya a vivirla, no ha visto Florencia. Tenéis buena prueba de ello en la panorámica que pude conseguir. El mejor recuerdo que puede tener uno.
Ya cayendo la noche, decidimos marchar y, antes de volver al hotel, dar un pequeño paseo por las orillas del Arno. Y paso a paso, esquivando el gran ambiente que existía aquella noche, y disfrutando de la ciudad, realmente viva, llegamos al hotel y fin de ésta entrada. Todavía nos queda un día en Florencia y tenemos que descansar. Y ahora os daré algún que otro de mis clásicos consejos.
Miramos el reloj y aún teníamos media hora hasta poder entrar a nuestra habitación, así que comprobando que en Florencia está todo muy cerca, nos dirigimos hacía el centro, a contemplar el gran Duomo de Florencia.
Si con Santa María Novela me quedé sorprendido, para definir mi sentimiento de ver el Duomo de Florencia, no tengo palabras. Y como yo, los cientos de personas que habían en la plaza, decenas de grupos siguiendo banderines, atendiendo las explicaciones de los guías, muchos "chinos" disparando sus cámaras, personas vendiendo souvenirs, etc.
En resumen, estaba la plaza "abarrotá". Pero... que grande era el Duomo. Después de mirarlo y remirarlo, decidimos acercarnos a un puesto de helados, y con un en la mano, y sentados en la escalinata de la catedral, nos quedamos allí observando el baptisterio, que tampoco es pecata minuta.
Acabado el helado, y ya siendo la hora, nos dirigimos al hotel a echar una larga siesta, para coger fuerzas y por la tarde recorrer la ciudad, porque por lo que ya habíamos visto, no tenía desperdicio alguno. Bueno, ya descansados nos dirigimos, partiendo de la plaza del Duomo, hacia el río Arno para encontrarnos con el Puente Vecchio. Ingenuo de mí, antes de visitar Italia siempre había pensado que Vecchio era bello, pero no, significa viejo.
La historia curiosa del puente está en el origen de la palabra "bancarrota", y es que, ya desde la Edad Media, el puente estaba lleno de pequeños comercios donde la gente vendía sus productos. Pues bien, cuando alguno de los vendedores no podía pagar sus deudas, la mesa o puesto donde vendía, se le rompía para que no pudiera vender más.
Una de tantas historias de éste viejo puente, como el "Corredor Vasariano" que discurría por encima.
Llegamos hasta él, y bueno, nos encontramos con otro andamio. El gafe nos seguía desde Roma, y aun no nos iba a dejar. La verdad que el puente es más bonito de lejos que en el propio puente. Cuando estás sobre él, parece que es una calle más, eso sí, llena de joyerías y turistas por doquier.
Cerca del puente, una vez cruzado, nos encontramos con un supermercado, que yo creo que nos salvó la vida. Objetivo, ir a por la fruta. Tanta pasta, tanta masa, tanto helado... acabas por echar de menos algo fresco como la fruta. Pues bien, cogimos un par de racimos de uvas y nos dirigimos hacia nuestro destino: Piazzale Michelangelo.
Prepararos porque.. éste lugar sí que esta lejos, y todavía parece que se aleja más con el montón de escaleras que hay que subir para llegar. Eso sí. Es de las veces que me he matado subiendo escaleras que más a merecido la pena.
Una vez arriba, nos sorprendió ver a tanta gente. Estaban todo sentados, la gran mayoría extranjeros, y con botellas de vino en sus manos. Todas ellas salidas de un puestecito que debe hacer su agosto con los "guiris". Y es que el vino de la Toscana, es de lo más famoso en Italia.
Parecía aquello un botellón, pero nada más lejos. Aquello era el sitio más mágico de todo el viaje.Te sientas en la escalera con los demás, con la música de un guitarrista de fondo, disfrutando de unas uvas que sabían a gloria, y te pones a esperar como se apaga el Sol y se enciende Florencia con la mejor compañía.
Una experiencia, que el que no vaya a vivirla, no ha visto Florencia. Tenéis buena prueba de ello en la panorámica que pude conseguir. El mejor recuerdo que puede tener uno.
Ya cayendo la noche, decidimos marchar y, antes de volver al hotel, dar un pequeño paseo por las orillas del Arno. Y paso a paso, esquivando el gran ambiente que existía aquella noche, y disfrutando de la ciudad, realmente viva, llegamos al hotel y fin de ésta entrada. Todavía nos queda un día en Florencia y tenemos que descansar. Y ahora os daré algún que otro de mis clásicos consejos.
-Hay multitud de hoteles en Florencia, y la gran mayoría están muy cerca del Duomo. Ya he comentado que en el casco antiguo de Florencia está todo muy junto, así que tampoco es muy importante la ubicación. El que cogimos es el Hotel Gioconda, muy recomendable, y bien de precio.
-Florencia es un museo, y por ello en cada iglesia tienes que pagar entrada, excepto en el Duomo. Para ello recomiendo que miréis todas las iglesias importantes de Florencia, y elijáis una al menos para visitar. En mi caso ya os contaré, fue la Santa Croce.
-En la mayoría de Italia no se lleva eso del WIFI en los hoteles, salvo en algunos de Roma y en el que reservamos en Nápoles. Preguntad en información por ello, ya que existen bares donde por una consumición te puedes conectar a la red del local.
-Obligado comprarse un helado, cualquier heladería vale. En Florencia, todos los que probé estaban realmente deliciosos.
-Buscad supermercados CONAD, el que encontramos nosotros está en Via de Bardi 45, cerca del Ponte Vecchio. Es la forma más barata de comer en Florencia.
Siguiente Parada: Florencia II
Parada Anterior: Salerno-Roma-Pisa
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